Un sendero transitado.
Fotografía por: Mirna Guadalupe Gloria Calderón |
En las familias existen situaciones que marcan el porvenir, tanto de forma individual para cada miembro de la familia como para la familia en conjunto... Dicho esto, dentro de estas situaciones, existen deseos individuales, por cada miembro de la familia así como deseos en conjunto, por ejemplo, papá y mamá desean que sus hijos estudien una carrera, que se sepan valer por si mismos, los hijos pueden desear que los padres lleguen con serenidad, tranquilidad y de manera funcional a la adultez mayor, entre otras cosas.
Dentro de estos deseos circunstanciales, y dentro de las situaciones que han marcado mi vida de forma drástica sobre todo en mis relaciones familiares, siempre me había preguntado:
¿Qué sucedería si, tal o cual persona que entró de manera adicional en el núcleo familiar, no lo hubiera hecho?
¿Qué se sentirá tener a mis padres al 100% conmigo?
¿Cómo sería mi relación familiar?
¿Habría sufrido los mismos traumas?
¿Quién sería o podría ser yo ahora?
Pues bueno, tarde me tocó conocer la respuesta a estas incógnitas, después de más de 20 años esperando respuesta.
Y es que, una de esas catastróficas circunstancias insólitas en el tránsito de mi vida familiar, se suscitó en mi adolescencia, cuando desafortunadamente, mis padres decidieron adoptar a otra persona, una niña adolescente, sin bien, la adopción no se hizo de manera explícita con documentos y todo, si se realizó con la plena conciencia de la madre de esta adolescente, ya que ella, así como su pareja no estaban sabiendo adecuar la situación de cuidar a una niña adolescente con circunstancias de crecimiento adversas.
Obviamente esto, a mis 33 años lo sé, sin embargo, tanto en aquel momento, como ahora, me parece que ha sido una de las peores decisiones familiares tomadas para toda la relación familiar, pues, quitar una responsabilidad a una madre, miembro del núcleo familiar, cabe aclarar, por el simple hecho de no saber estructurar su actuar como madre, esposa, mujer trabajadora y ama de casa, no era la solución, bueno, para la familia no lo fue, para ella tal vez si, pues dejó de lado una de sus mas grandes preocupaciones, y ya solo se tendría que encargar de todo lo demás, marido, hijos (si, otros hijos), trabajo, etc. y no de la hija que fue, de manera metafórica, fruto y actuar de su inmadurez.
Fotografía por: Mirna Guadalupe Gloria Calderón |
Y aquí comenzó mi "calvario", ya que esta niña adolescente, a quien llamaremos Gertrudis, había demostrado a su corta edad, ser una persona problemática, con factores que alteraban su actuar más allá de la adolescencia, era evidente que no se podría criar con su mamá, debido a que esta no tenía el tiempo para cuidar de una chica adolescente de forma efectiva.
Finalmente, al comunicarme de la situación, advertí a mis padres que Gertrudis era una persona problemática y que valga la redundancia, nos causaría muchos problemas -cualquier persona diría que eran celos de otra adolescente, pero esto no era así- desafortunadamente, el tiempo me dio la razón, y vivimos en familia cerca de 20 años repletos de situaciones desagradables, y una que otra cosa buena.
Ahora, que Gertrudis ha decidido independizarse, a la edad de 28 años, junto con sus hijos, he tenido la oportunidad de acudir a la vieja casa de mis padres y sentir la calma que durante 20 años no existió, la atmósfera es distinta, ya no existe el desafortunado peso de preocupación absurda.
Y es aquí cuando me confieso a mí misma, que, me hubiera gustado poder vivir tiempos de amabilidad ambiental y un tanto emocional, los escasos 5 años que logré vivir en esa casa con mis padres, afortunadamente a los 17 años me salí de ahí para estudiar la universidad y el resto del tiempo tomé la decisión de no regresar, en parte, por esta circunstancia, ya que, ha sido la causa de varias veces estar en peligro de muerte, literalmente hablando (¿Recuerdan cuando les dije que Gertrudis era una persona problemática?, pues luchó por ponerse ese título a pulso).
Fotografía por: Mirna Guadalupe Gloria Calderón |
Ahora que pude sentir esta calma, imagino lo duro que es para mí misma no haber tenido una relación adecuada con mi familia en general, el no poder disfrutar de una comida o cena familiar en calma y tranquila, esas cosas que una mujer, que tiene vivos a sus padres, desearía, la tranquilidad que mis padres nunca han tenido, ni tendrán por haber adquirido esta responsabilidad inadecuada llamada Gertrudis, y todos los momentos que no disfrutamos ni disfrutaremos por su causa y las malas decisiones de mis padres.
Afortunadamente ella, Gertrudis sigue viva, y aparentemente con una sana relación social, adecuada a sus responsabilidades y necesidades así como obligaciones dentro de la sociedad... y eso es lo que cuenta, puesto que, supongo que es el fin de todo padre y madre, sean hijos naturales o adoptivos, como en este caso.
Mis padres siguen vivos, yo sigo viva... todos terminamos rotos y deteriorados, en numerosos aspectos de nuestras vidas, en mi particular caso, hay muchas cosas que ya no viviré con mis padres, puesto que ambos ahora, son adultos mayores, y yo hago vida aparte al no vivir con ellos desde hace más de 15 años.
Así hemos llegado al fin de esta lectura.
Gracias por estar aquí. si te nace, deja un comentario y/o comparte mi blog.
Hasta luego!
Comentarios
Publicar un comentario